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LA IMPORTANCIA DE ESTAR ALERTAS ANTE EL CAMBIO CLIMÁTICO

Alertas Tempranas para la gestión climáticamente inteligente

“Volvieron los focos de incendio en el Ñembi Guasu... desde el arroyo San Miguel hacia el sud oeste cerca de Suarez Arana... nos topamos con el incendio y tuvimos que entrar al relevo de los soldados y del sargento Rondal ... meta pala y pulaski... fatal la situación del Ñembi Guasu”.

Este mensaje lo enviaba el biólogo de la organización NATIVA a sus compañeros de trabajo luego de haber recorrido más de 10 días el área protegida más joven del Bolivia Ñembi Guasu y creada bajo la autonomía indígena de Charagua este año.

Dos días previos a la reactivación de algunos focos de incendios, el Sistema de Alerta Gran Chaco PROADAPT, a partir de la Red de Estaciones Meteorológicas trinacionales del SENAMHI (Bolivia), la DINAC (Paraguay) y estaciones del INTA (Argentina), alertaba de vientos fuertes que podían complicar la situación.  En menos de 24 horas posteriores el fuego consumía 50 mil hectáreas.

“Uno de los focos de incendio, de un día para el otro, pasó a tener 50 mil hectáreas quemadas; otro foco, en dos días tenía 90 km de avance en zonas donde es imposible hacer un control porque no hay acceso. Se tratan de lugares donde no hay poblados, pero pequeños puestos ganaderos perdieron todo, además es una zona donde hay poblaciones de indígenas no contactados”, señala Luis María de la Cruz, responsable de Sistema de Alerta a una radio en Buenos Aires Argentina el pasado sábado 30 de Agosto.

Desde el 11 de agosto el SENAMHI habría emitido por lo menos tres alertas sobre vientos de moderados a fuertes e intensos calores que podían genera condiciones de riesgo. Mucho antes, durante el mes de Julio se anunciaban desde Sistema de Alerta Gran Chaco PROADAPT el ingreso a una temporada seca importante.

Pero; ¿Qué tan significativa en la actualidad se convierte una alerta, donde los efectos del cambio climático se hacen evidentes y los eventos climáticos marcan nuevos extremos?.

Los incendios forestales registrados en la Amazonía y en la región del Gran Chaco Americano han sido potenciados no solo por el viento que avivó el desastre ambiental, sino la masa combustible.

“Lo que nosotros venimos viendo en el Gran Chaco este año y el anterior, es una situación de exceso de humedad que generó un mayor crecimiento de pastos; luego en el mes de julio vino el frio y posteriormente la sequía (normal de la época) que secó esos pastos crecidos en exceso”, señala Luis María de la Cruz.

Esta alerta sobre los vientos extremos había sido emitida, pero ¿llegó a todos los pobladores?  Y Si llegó, ¿en qué medida la misma ha sido tomada en cuenta por pobladores y productores para realizar sus actividades o caso contrario suspenderlas, entendiendo que el exceso de vegetación, la sequedad y el viento les iba a jugar en contra?. Mejorar la infraestructura de comunicaciones y expandir procesos de sensibilización y capacitación se tornan urgentes.

De acuerdo a los datos, de manera inédita la región del Gran Chaco tuvo humedad hasta el mes de junio, incluso con algunas lluvias durante el mes de Julio que se suman a las inundaciones que hicieron crecer mucha vegetación soportando luego dos a tres importantes heladas severas que secaron la masa vegetal, generando la existencia de mucha masa combustible.

En la actualidad y la situación que refleja el desastre ambiental que experimenta ecorregiones de importancia mundial como la Amazonia, Chiquitania y el Gran Chaco nos obliga a reflexionar sobre el valor de los pronósticos y las alertas para adaptar nuestros medios de vida al nuevo contexto climático.

¿Qué hubiera sucedido si un porcentaje importante de los incendios provocados o “chaqueos” se hubieran realizado con condiciones climáticas de menos riesgo?, ¿Si el productor, criollo, campesino hubiera conocido o tomado en cuenta las alertas? Seguramente no se estaría hablando del desastre natural actual y mucho menos de la pérdida de uno de los ecosistemas más frágiles y únicos en el mundo como el bosque chiquitano.

Un “chaqueo” o incendio controlado que se realice con un viento de 60 a 100 km/h, se transforma en algo incontrolable.

El rol que juegan hoy en día las estaciones meteorológicas, los sistemas de alertas y las redes de información son preponderantes para la generación y difusión de información certera y oportuna.  Como sociedad nos obliga a conocer cómo funciona una alerta, un pronóstico y a entender sus conceptos. Empezar a demandar estos datos como una información cotidiana y valiosa, tan importante como el precio de la canasta familiar para planificamos nuestras tareas y economía.

Un pronóstico meteorológico, es un aviso puntual de un determinado lugar y tiempo, y se remite a un evento inmediato. Mientras que un aviso climático se remite a una información más global, atmosférica, variabilidades en el clima, cambio climático con una temporalidad prolongada.

Lo que emite un pronóstico meteorológico, es lo que se espera que vaya a ocurrir en un próximo tiempo, mientras que una alerta es el aviso a partir de lo que un pronóstico dice, prever situaciones de riesgo y alertar sobre las mismas.

“Sobre lo ocurrido podemos ejemplificar que el pronóstico señalaba de vientos fuertes del norte con altas temperaturas; y la alerta se dio para que los productores atiendan esta situación de alta temperatura, prever la falta de agua para animales o evitar fuegos para no causarincendios forestales”, señala de la Cruz.

Para que las alertas climáticas puedan hacer eco en las comunidades y zonas más vulnerables, una manera exitosa es la participación de las poblaciones en la construcción y emisión de las mismas.  Actualmente los sistemas de alerta van más allá de la lectura de imágenes satelitales, adquieriendo características colaborativas y participativas.

En territorios extensos como los que Bolivia comparte con Argentina, Brasil y Paraguay como la región amazónica y del Gran Chaco,  que en su mayoría tienen ausencia de estaciones meteorológicas, la ayuda de la población es preponderante al momento de emitir información orientada a alertar y prevenir.

Durante la inundación de 2018 que provocó una catástrofe ambiental en el bajo chaco, al sur de Bolivia y en la provincia de Salta de Argentina, tanto el sistema de alerta temprana como las identificaciones de riesgos con la participación de las comunidades locales, se constituyeron en una herramienta clave para la prevención de desastres mayores, la salvaguarda de bienes, medios de producción e incluso vidas humanas.

El aviso de alerta de un avance excepcional de agua se pudo dar con cuatro días de anticipación al área más afectada, y con más de quince días, a las zonas de Salta y Formosa que luego fueron golpeadas por la creciente del río Pilcomayo.

“El componente principal es el monitoreo colaborativo entre los organismos de los Estados y la población local, que es la que genera datos diferenciales, desde la experiencia en el territorio y a la vez quien se beneficia de la interpretación que un equipo de apoyo hace de los datos oficiales. Este modelo nace de la comprensión de que, por la complejidad y escala territorial, es imposible que los organismos de los Estados puedan realizar un monitoreo permanente de toda la cuenca y heterogeneidad de sectores, haciéndose imprescindible el involucramiento de los pobladores”, apunta uno de los documentos que sintetiza el funcionamiento de este Sistema de Alerta Pilcomayo.

Al parecer, esta modalidad participativa es el mecanismo más efectivo de alertar y poner atención a los eventos climáticos futuros, estar prevenidos, preparados e informados. A nivel global estamos siendo testigos de acontecimientos climáticos importantes de los cuales la población no está preparada para responder a posibles consecuencias, por lo que tomar atención a una alerta en estos momentos se convierta en la diferencia para salvar vidas, tanto humanas como de flora y fauna.

LAS ALERTAS, CLAVES PARA UNA GESTIÓN INTELIGENTE DEL CLIMA.

La manera participativa y colaborativa no solo es para las alertas, sino para la generación de mapas de riesgos que se convierten en una herramienta insustituible para detectar las áreas y los elementos sometidos a riesgo.

“Conocer el nivel potencial de impacto del evento sobre los diversos elementos distribuidos en el territorio ayuda a analizar, a tomar decisiones y a desarrollar medidas de gestión como también permiten descubrir las debilidades del territorio de los municipios frente al fenómeno y, consiguientemente, facilitan su gestión antes del hipotético desastre y optimizan las actuaciones de emergencia, prevención y poscatástrofe, conocimiento que en su mayoría es propiedad de los pobladores”, especifica De la Cruz.

Está iniciando el mes de septiembre pero no quiere decir que con ello inicie para todos la primavera.  Para la región del Gran Chaco y la Chiquitanía (ecosistemas frágiles hoy en cenizas) empieza la época seca, época de mayor vulnerabilidad ya que deben soportar temperaturas ayores a los 40°, característica propia de una región árida que hoy ha perdido más de un millón de hectáreas de su cobertura vegetal y se desconoce el efecto inmediato que provocará este impacto ambiental.

Esta realidad que en menos de tres semanas ha cambiado la vida de centenares de familias y miles de especies de flora y fauna afectados nos exige a estar más atentos a la información climática y meteorológica. Obliga a las poblaciones en áreas rurales y urbanas a estar preparadas, a responder y adaptarse a nuevos escenarios climáticos. A los gobiernos los tiene que movilizar a trabajar en una gestión climáticamente inteligente, donde los sistemas de alertas temprana son claves.

El uso de la tecnología, la planificación de los gobiernos locales, actualización y generación de mapas de riesgos, y la expansión e integración de redes meteorológicas son urgencias para enfrentar el nuevo contexto climático y estar prevenidos como sociedad.

El acceso a las comunicaciones, en particular al internet y las posibilidades de soluciones tecnológicas que ofrece, hoy se presenta como la alternativa más viable para abordar la gestión climáticamente inteligente de las producciones del Gran Chaco. En la cuenca alta y baja del Pilcomayo ya cuentan con una aplicación móvil denominada AdAPP donde los mensajes de alertas y recomendaciones les llega de manera directa a cada habitante que haya descargado en su celular esta aplicación.

Y es que la tecnología nos ayudar a obtener información y contribuir a la construcción de la misma, pero también a entender cuáles pueden ser los escenarios climáticos futuros frente al contexto actual y así poder abordar políticas públicas que encaminen a minimizar los posibles efectos y adaptarnos a ellos.

De acuerdo al documento de evaluación ecoregional del Gran Chaco elaborado por un grupo de organizaciones de Bolivia, Argentina y Paraguay como ProYungas, Nativa, Bertoni entre otras, si las emisiones de gases efecto invernadero siguen al ritmo actual, las temperaturas del Gran Chaco Sudamericano en relación al presente, se prevé que para el 2050 incremente en un 0,7 ⁰C pero si existe una escenario de estabilización solo estiman un aumento del 0,5 ⁰C.

Para el caso de la precipitación media anual, para el año 2050 se estima un incremento promedio de la precipitación de 384 mm en sus valores máximos y de 45 mm en sus valores mínimos; mientras que el escenario RCP8,5 (altas emisiones de gases de efecto invernadero - GEI) para el año 2050 se prevé un incremento en 193 mm en su valor máximo y 53 mm en los valores mínimos y para el escenario 2070 se estima un incremento en 319 mm en los valores máximos y 43 mm  en los valores mínimos.

Frente a estos posibles escenarios, las alertas deben complementarse con un trabajo integral de planificación y gestión que involucre a los gobiernos locales por ser los más cercanos a las poblaciones.

“Los Planes Municipales de Adaptación al Cambio Climático constituyen un instrumento estratégico para integrar el enfoque de adaptación al cambio climático en la gestión municipal mediante un sistema de estrategias y acciones diseñadas para contribuir a la disminución de la vulnerabilidad de la población de la región del Gran Chaco Americano. Los municipios conocen cuáles son las vulnerabilidades y los riesgos de sus respectivas comunas en materia ambiental, amenazas socio económicas y seguridad ciudadana y también los primeros en atender los desastres naturales y se encargan de la recuperación postdesastre”, Señala Iván Arnold director de Nativa, organización que en el marco de la iniciativa Gran Chaco PROADAPT está apoyando a una decena de municipios en la región del Gran Chaco para que cuenten con Planes Municipales de Adaptación.

El desastre natural y ecológico que hoy vive la región latinoamericana, nos da cuenta que los efectos del cambio climático sean positivos o negativos, no tienen fronteras, que nos afecta a todos y nos conduce a encarar desafíos conjuntos, en alianzas y transfronterizas.

“Emitir una alerta y difundirla, es una ayuda humanitaria. Es un aviso que puede evitar pérdidas inmediatas de vidas humanas, pero también pérdidas futuras si se logra custodiar los ecosistemas, porque cuidar los ecosistemas es también salvar vidas humanas futuras, por esa ´red de la vida´ de la que todos formamos parte”, señala Mauricio Moresco, coordinador del Gran Chaco PROADAPT, que es una alianza trinacional entre Bolivia, Argentina y Paraguay, integrada por la sociedad civil, el sector privado, el sistema de ciencia y tecnología, los gobiernos locales para contribuir a una mayor resiliencia del Gran Chaco frente a impactos derivados del cambio climático.

 

Proadapt


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